Una parte considerable de la historia de Burgos, de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, fue escrita en catalán. Sin papel i sin palabras. Tras el final de la guerra, unas cuatrocientas familias catalanas se establecieron en Burgos, en un intento de continuar en Castilla, una vida más o menos normal, que era imposible de continuar en Cataluña. El régimen había dotado a las nuevas industrias castellanas de cupos de materia prima a los que no podía acceder la industria catalana ordinaria.
Los chavales catalanes de entonces no hubiéramos podido escribir en catalán. Nuestros maestros, los maristas, se encargaron bien de ello. Y la autoridad competente se encargó igualmente de que tampoco lo hicieran nuestros padres.
Pero en nuestros propios libros de estudio, concretamente en el de lecturas "El Quijote", descubrí maravillosas "catalanadas" que respondían, según nuestros maestros, a arcaicismos del castellano antiguo.
Lo fui comprobando en las sucesivas ediciones que llegaron a mis manos, de aquél Quijote, que cada vez más se iban publicando en una lengua castellana más pulida y en las que se iban eliminando los arcaicismos, y con ellos desaparecían las catalanadas evidentes.
¿Por qué, en las ediciones antiguas (y hablo de una de la editorial Edelvives, de Zaragoza, de 1953) se habían descuidado palabras que se adaptaban a formas del castellano que recordaban directamente palabras que originalmente serían catalanas, y por qué posteriormente, esas palabras habían desaparecido y se adaptaban escrupulosamente a la dicción correcta de los tiempos modernos, como si nuestros críticos y cuidadores de la lengua se avergonzaran de los orígenes de su propia joya literaria?
Naturalmente, ya nadie, hoy en día, podría asegurar que la adaptación hubiese seguido un proceso casual y dependiente exclusivamente de la comodidad, paulatinamente acostumbrada, de los parlantes. Pero por el resultado parecía que la lengua actual habría cambiado, respecto de la original, mucho más de lo que paralelamente habría tenido que cambiar, también, la lengua catalana. Me resultaba chocante.
Se me antojó, como explicación alternativa, que fuese realmente la obra concreta, El Quijote, la que se hubiese adaptado a exigencias costumbristas que no hubieran podido cambiar tan rápidamente, por ser, el objeto original, muy distinto del producto final. En definitiva, que la pretendida originalidad castellana de El Quijote, no fuera tal, sino una mala traducción del catalán, por alguien, conocedor del idioma en el que se escribió, pero que no dominara absolutamente el idioma al que se traducía. De ahí vendrían las sucesivas fases posteriores de refinamiento.
Hay que ser muy buen conocedor de la historia evolutiva del castellano, para poder afirmar esto. Yo no me encuentro en ese estado del campo y no puedo mantener tal teoría, pero siempre me han interesado las opiniones de otros autores con mejor conocimiento, que han dado luz a mis antiguas sospechas.
Pienso en las pretensiones de los gobernantes españoles que ya desde antes del siglo de oro de SUS letras, quisieron que estas ocupasen el mejor lugar de la producción peninsular. Para ello, y no para la represión de la brujería, simple pretexto, crearían la inquisición, plaga de la lucidez.
Pere Plana Panyart
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