diumenge, 30 d’agost del 2009

Una de excursiones y petardos

La Tribu del Cucudrulu Amarillo dio sus primeros pasos en el Liceo Castilla (Tachuelas, para más señas), en los últimos años cincuenta de la centuria del 900. Nada de particular, por entonces: recreos de charla sobre las propias apetencias. Jesús Balbás iba para futbolista "cachas", siguiendo el camino que nos marcaban indefectiblemente nuestros educadores y especialmente nuestros profesores de gimnasia, los hermanos Vígara. Javi Varona quería ser espeleólogo. Eran los años de las noticias del Grupo Edelweiss en el Diario de Burgos, La Voz de Castilla y La Hoja del Lunes. Yo, por mi parte, tenía dos hermanos mayores que estaban tratando de explorar los fondos del Arlanzón. Joaquín se había construido una "escafandra autónoma" según el modelo de Cousteau, que fue la primera que se vio en las aguas continentales de Burgos y la primera y seguramente la única en salir de un taller de la capital castellana. Lo tenía claro y predestinado: yo quería ser buceador y explorador del "Sexto Continente", según el título de una película italiana que marcó aquella, nuestra época. Pero además, mi otro hermano, Gregori, pasó unos años por el mismísimo Grupo Edelweiss, y eso me hacía vacilar sobre la cumbrera del tejado de mis decisiones.
Por lo demás, nuestras andanzas eran, inicialmente, muy limitadas al ámbito de la ciudad de Burgos y ceñidas a los itinerarios preceptivos en los que eran habituales, tradicionales y por esto mismo, más o menos bien vistas, las tentativas de “ligue”. El único “tontódromo” establecido por aquél entonces era el de los dos paseos del Espolón; el bajo, o“de los señores” y el alto o “de las chachas”. No teníamos manías y utilizábamos indistintamente cualquiera de ellos, según la concurrencia.

Un antiguo obrador experimental, que perdura intacto.


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